¿Alguna vez has visto una marca que parece tener personalidad múltiple? Un día es seria y profesional, al siguiente parece que la lleva tu sobrino de 12 años. Pues bien, eso es lo que pasa cuando no tienes una guía de estilo. Y créeme, en el mundo del branding, parecer esquizofrénico no está de moda.
¿Qué narices es una guía de estilo?
Imagina que tu marca es como esa amiga que siempre va impecable. ¿Su secreto? Tiene un armario perfectamente organizado y sabe exactamente qué ponerse en cada ocasión. Pues una guía de estilo es el armario de tu marca.
Es ese documento sagrado que dice: «Oye, que nuestro logo no se pone de sombrero, que los emails no se escriben en Comic Sans, y que nuestro tono no es el de un anuncio de teletienda a las 3 de la mañana».
En resumen, es el manual que evita que tu marca tenga una crisis de identidad en público. Y créeme, esas crisis son más incómodas que encontrarte con tu ex en el supermercado.
¿Por qué molestarse en hacer una?
El hecho de que una empresa tenga una guía de estilo se considera útil para que las marcas puedan transmitir una imagen coherente y consistente en todos los medios. Además, permite dar credibilidad y señalar aquellos aspectos que le permite diferenciarse de la competencia. Por lo tanto, tener estar guías permite crear marcas consistentes y consolidadas. Si una marca es consistente significa que es más atractiva y confiable para los clientes mientras que, en el caso contrario, puede llegar a generar confusión y pérdida de confianza.
Elementos de una guía de estilo
Mira, en un mundo donde todo el mundo grita para hacerse oír, tener una voz consistente es como tener un megáfono de oro. Una guía de estilo te ayuda a:
- No parecer bipolar: Coherencia en todos los canales. Que tu Instagram no parezca de una empresa y tu LinkedIn de otra.
- Ganar confianza: Los clientes son como los gatos, les gusta la rutina. Si siempre te ven igual, confiarán más en ti.
- Destacar del montón: En un mar de grises, ser siempre el mismo tono de azul brillante te hace inolvidable.
- Ahorrar dolores de cabeza: Cuando todo el mundo sabe cómo hacer las cosas, hay menos «¿Y esto cómo iba?»
Los ingredientes secretos de una guía de estilo
Vale, ya te he convencido de que necesitas una. Ahora, ¿qué demonios metes en ella? Aquí van los imprescindibles:
- Tipografía: Porque usar Comic Sans en 2023 es como ir a una boda en chándal.
- Colores: Elige una paleta y cásate con ella. Que tu marca no parezca un arcoíris en una licuadora.
- El cuento de tu marca: Quiénes sois, qué hacéis y por qué no os dedicáis a criar alpacas en los Andes.
- Logotipo: Cómo usarlo, dónde ponerlo y, sobre todo, cómo NO usarlo. Nada de ponerle sombrerito en Navidad, por favor.
- Botones y cositas clicables: Que tu web no parezca un árbol de Navidad con mil lucecitas diferentes.
- Dibujitos y gráficos: Si vas a usar ilustraciones, que todas parezcan primas hermanas, no adoptadas de diferentes familias.
- Voz y tono: ¿Eres el colega guay o el experto serio? Decídete y mantente fiel.
- Fotos: Nada de imágenes de stock donde todo el mundo sonríe de forma inquietante. Busca autenticidad.
- Papelería: Porque hasta tus facturas deberían tener estilo.
- Redes sociales: Cómo no hacer el ridículo en internet, básicamente.
Cómo hacer una guía de estilo sin morir en el intento
Crear una guía de estilo puede parecer tan divertido como hacer la declaración de la renta. Pero tranquilo, que aquí van unos trucos para hacerlo más llevadero:
- Conoce tu rollo: Antes de ponerte a elegir colores como un loco, piensa en quién eres como marca. ¿El payaso de la clase o el empollón?
- Piensa en tu peña: ¿Quién va a leer esto? ¿Tu equipo? ¿Colaboradores externos? Adapta el lenguaje. No le hables a tu diseñador como si fuera tu abuela.
- Organízate, por favor: Que tu guía no parezca los apuntes de un estudiante la noche antes del examen. Estructura, claridad, y nada de chistes malos (eso me lo dejas a mí).
- Al grano: Nadie quiere leer «Guerra y Paz» sobre cómo usar un logo. Sé breve, sé claro, y si puedes meter un gif, mejor.
- Enséñame la pasta: Más vale una imagen que mil palabras. Pon ejemplos visuales de lo que quieres y de lo que NO quieres (esto último es igual de importante).
- Revisa como si no hubiera un mañana: Lee, relee, y luego pídele a alguien que lo lea por ti. Si algo no se entiende, fuera.
- Sé coherente: Si dices que tu tono es profesional pero informal, no empieces la guía con «Estimados señores». Predica con el ejemplo.
- Flexible, pero no tanto: Tu marca evolucionará, así que deja espacio para cambios. Pero ojo, que evolucionar no es tener una crisis de identidad cada dos por tres.
Una guía de estilo es como las reglas de un juego: sin ellas, todo es un caos. Pero con ellas, todos saben cómo jugar y, lo más importante, cómo ganar.Y si después de todo esto sigues pensando que una guía de estilo es un rollo, recuerda: incluso los rebeldes tienen un estilo consistente. Así que, ¿por qué no hacer de la consistencia tu acto de rebeldía en un mundo de marcas bipolares?